Las peripecias de una profesora de español/ 2Épica ciudadana: una testigo invisibleJueves 2 de noviembre. Libertad y Corrientes (creo). Casi perdida, como siempre, me costó un poco llegar a la parada del 39. Un hombre me preguntó cómo hacía para ir a no sé dónde. Obvio que no le pude contestar. Solamente le dije: “Palermo está para allá”. Después llegó J.,
the inter- boy, y después el colectivo. Los dos íbamos para el mismo lado así que compartimos viaje: él con sus objetos maravillosos- unos anillos muy grandes- y yo con mi preciosa lengua de prof. Intercambiamos noticias revisteriles, académicas, editoriales, blablabla. Casi llegando, mientras hablábamos de los éxitos de
El Interpretador (¿hablábamos también de mis clases de español o de
ZCH?), el tráfico se empezó a adensar. Ahí nos dimos cuenta que la barrera que el colectivo intentaba cruzar estaba trabada. “A ver… un muchacho”, dijo el colectivero. Entonces a J. parece que le cayó la ficha de la aventura: se bajó, miró a los dos lados, sostuvo la barrera por un rato, el colectivero esperó, J. volvió a subir y finalmente arrancamos.
Llegamos a
Acabar, J. vendió muchos anillos y yo regalé palabras preciosas de prof a una audiencia (made in Germany, USA) bien dispuesta a escuchar. Chancho va, chancho viene, de yapa me llevé unos cuantos moretones (¡menos mal que siempre pierdo!).*
Moralejalos chicos son así:
tienen metas
y tesoros
meten mano
y tienen lunas
por fantasmas
y juguetes
hinchan camas
sacan pecho
son metáfora
de piñas
de bravuras
y de besos
una falta
los aflige
por el hueco
que no vieron
un soplido
el corazón
sacan aire
vuelven viejos.
*Para otra versión de esta historia vean "La barrera" en
www.diasqueseempujanendesorden.blogspot.com