Sunday, February 14, 2010

Yo qué quisiera?
Quisiera ser alguien especial, la mejor chica del mundo, esa que ninguno quiere dejar escapar, el mejor partido lejos entre miles millones de millones. Quisiera que en español se usara el mismo verbo para “pasar” el tiempo y “gastar” dinero como sucede en inglés. I will spend all day with you tiene ese valor grandioso de gastar algo tan preciado como el tiempo. Quisiera que alguien diga: todo este día es para vos, lo gasto con vos, te lo regalo enterito. Ese sería el mejor regalo del mundo.
También quisiera poder enunciar las cosas diferente: que aflore todo el deseo y que la angustia desaparezca. Decir las cosas que quiero riéndome (creer en mí riéndome, no llorando como decía Clarice). No tener nunca más ganas de llorar o, por lo menos, no aguantar nunca más las lágrimas en los ojos, no tener que cerrarlos fuerte para que no se escapen.
Quisiera además tener poderes mágicos (o por ahí tan sólo quisiera tener una habilidad común, una que la mayoría tiene y que yo no y que como no la entiendo creo que es mágica). A veces intento hacer las cosas tan bien y creo que a veces me salen tan bien, aunque ahora me estoy convenciendo de que tal vez ese no sea el camino. Quisiera cambiar entonces de táctica o estrategia, encontrar otros caminos.
En realidad, simplemente, quisiera un lugar. Tengo uno ahora, es chiquitito y alquilado, pero es mío y, además, es muy lindo, está todo re bien cuidado y decorado. Mi hermana dice que así se imagina la casa de Sarah Kay. Es que lo hice con amor, con mucho amor. Es que yo también tengo mucho amor para dar. No sabía eso, lo supe hace poco. Lo tengo ahí para regalarlo, pero es algo especial y no se lo puedo dar a cualquiera, aunque de vez en cuando saco algo para mostrar, una pequeña puntita de un corazón grande.
Quisiera que la gente dijera: “ah, ella es divina, tiene mucho amor para dar”. Pero bue, si no soy tan divina y cálida y no doy tanto amor como me gustaría es por timidez, no porque en el interior no lo sea o no lo tenga. Me gustaría que los demás lo supieran y que me ayudaran a sacar mi corazón más cálido. Que fueran ellos muy cálidos conmigo (muchos realmente lo son). Que me ofrecieran siempre al llegar a algún lado unos mates. Ese es para mí un símbolo de real complicidad. Tomar mate y hablar de igual a igual, hasta entre hombres y mujeres, en la mayor de las fraternidades, como yo hice por tanto tiempo con mi abuela.
Por último, si viviera en el campo y anduviera a caballo por la llanura asolada por el invierno o el verano QUISIERA que todos los paisanos me dijeran al verme llegar: vaya, aparcera, apiése, y vayamos un verde echando mientras usté me va contando qué la trae por estos pagos. Y entonces ahí empezar a hablar y hablar.