Saturday, May 22, 2010

El corazón no deja de hacerme un ruido extraño.
¿Serán los ecos?

ADOLECER de Francisco URONDO

Mis ojos, desfallecieron
de lágrimas, rugieron
mis entrañas; no había elegido
perderlas, irme de la ciudad; la calle
se colmaba de gritos y mi padre, y otros
santos liberales, estaban pálidos como
el almirante Nelson a punto
de perder una mano porque nuestros padres
pecaron, y son
muertos y aquella
no era nuestra derrota, como tampoco suponía
nuestra victoria. Mucho después
imaginé cómo habían padecido
esos hombres; qué difícil resulta
para un almirante perder sus privilegios, sus
extremidades. Ser merodeado, huir
de las arenas inquietas, mirando
la ciudad que se aleja para siempre; pensé
que no ha pasado de moda, que no habían
cambiado los tiempos -en verdad
no cambiaban todo lo necesario- y se iban
perdiendo las islas, las aguas
de la adolescencia, la alegría; era
la vida que pasaba
volteando ídolos, diluyendo
mujeres y ciudades. Historias consumidas por el fuego.

2 comments:

nv said...

TENÍAS RAZÓN!

Anonymous said...

saludos